COCA: ILÍCITA POR SIEMPRE
Por Claudia Gonzales Yaksic
Si bien en 1783 el famoso Lamarck clasificó a la Hoja de Coca como del género Erythroxylum, sólo al siglo siguiente la divina planta de los Andes ya había conquistado definitivamente el corazón de decenas de prominentes científicos de Estrasburgo, Berlín, París, Italia, Florencia, Leipzing, Filadelfia, Lisboa, Bélgica, Londres, Viena, Petersburgo, Boston, Chicago, Detroit, Nueva York, Buenos Aires, Lima y La Paz.
En 1814, una revista londinense aseguraba que se debía importar hoja de coca a Inglaterra en tiempo de hambre y en 1858, el químico italiano Enrique Pizzi, dueño de una botica establecida en Bolivia logró extraer los primeros cristales de coca y los envío a París.
Para 1860 Albert Niemann, en Viena (Suiza), describió la manera de aislar el principal alcaloide de la coca y lo bautizó con el nombre de cocaína.
Sin embargo, los avances más significativos para difundir los beneficios de esta maravillosa planta comenzaron a darse a partir de 1880. Reiss, un eminente doctor francés, recomendaba de dos a cuatro gramos de coca para curar el cólera morbus y planteaba su uso en polvos, extractos, elixir y/o jarabe.
Reiss sostenía eso porque había comprobado mediante investigaciones que la coca proporciona un aumento sostenido de las fuerzas intelectuales, estimula los centros nerviosos, inspira valor y perseverancia en los actos y la voluntad, cura la diarrea y el vómito.
Esa década prominente también descubrieron sus propiedades como anestésico local para cirugías, Freud publicó su obra “Übre Coca (Sobre la Coca) y en Estados Unidos la farmacia Parke-Davis RC Manufacturyn Chemestry fabricaba polvo de cocaína a escala. Y para cerrar con broche de oro, en 1886 se comenzó a fabricar la mundialmente famosa Coca Cola.
ILÍCITA POR SIEMPRE
Ya para las primeras décadas del siglo XIX, entre los varios estudios científicos que se hicieron sobre la hoja de coca, destaca uno del general Hanskund, que recomendó al Estado Mayor de Berlín y de Bolivia el uso de coca en casos de guerra; por sus propiedades increíbles de suplir el hambre y la sed y de adaptabilidad a la intemperie.
Pero pese a sus reconocidas virtudes sobre el cuerpo y la mente, en 1914 el consumo y comercialización de la cocaína fueron prohibidos en Estados Unidos por su alto poder adictivo, sus elevados costos sociales y económicos, y desde entonces esta potencia mundial junto a otras no paran de luchar para controlar un mal que –al parecer y en definitiva—jamás podrá ser erradicado.
En 1961, Víctor Paz Estensoro, entonces presidente de Bolivia, firmó un convenio con Viena, comprometiéndose a –en un plazo de 25 años-- erradicar totalmente la producción y el consumo de coca, incluso en acullico. Este convenio fue ratificado en 1974 por el gobierno de Banzer, pero cuatro años después la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), admitió que las dimensiones sociales, económicas y políticas del cultivo de la coca eran inconmensurables y que era humanamente imposible la reducción de su consumo.
Por Claudia Gonzales Yaksic
Si bien en 1783 el famoso Lamarck clasificó a la Hoja de Coca como del género Erythroxylum, sólo al siglo siguiente la divina planta de los Andes ya había conquistado definitivamente el corazón de decenas de prominentes científicos de Estrasburgo, Berlín, París, Italia, Florencia, Leipzing, Filadelfia, Lisboa, Bélgica, Londres, Viena, Petersburgo, Boston, Chicago, Detroit, Nueva York, Buenos Aires, Lima y La Paz.
En 1814, una revista londinense aseguraba que se debía importar hoja de coca a Inglaterra en tiempo de hambre y en 1858, el químico italiano Enrique Pizzi, dueño de una botica establecida en Bolivia logró extraer los primeros cristales de coca y los envío a París.
Para 1860 Albert Niemann, en Viena (Suiza), describió la manera de aislar el principal alcaloide de la coca y lo bautizó con el nombre de cocaína.
Sin embargo, los avances más significativos para difundir los beneficios de esta maravillosa planta comenzaron a darse a partir de 1880. Reiss, un eminente doctor francés, recomendaba de dos a cuatro gramos de coca para curar el cólera morbus y planteaba su uso en polvos, extractos, elixir y/o jarabe.
Reiss sostenía eso porque había comprobado mediante investigaciones que la coca proporciona un aumento sostenido de las fuerzas intelectuales, estimula los centros nerviosos, inspira valor y perseverancia en los actos y la voluntad, cura la diarrea y el vómito.
Esa década prominente también descubrieron sus propiedades como anestésico local para cirugías, Freud publicó su obra “Übre Coca (Sobre la Coca) y en Estados Unidos la farmacia Parke-Davis RC Manufacturyn Chemestry fabricaba polvo de cocaína a escala. Y para cerrar con broche de oro, en 1886 se comenzó a fabricar la mundialmente famosa Coca Cola.
ILÍCITA POR SIEMPRE
Ya para las primeras décadas del siglo XIX, entre los varios estudios científicos que se hicieron sobre la hoja de coca, destaca uno del general Hanskund, que recomendó al Estado Mayor de Berlín y de Bolivia el uso de coca en casos de guerra; por sus propiedades increíbles de suplir el hambre y la sed y de adaptabilidad a la intemperie.
Pero pese a sus reconocidas virtudes sobre el cuerpo y la mente, en 1914 el consumo y comercialización de la cocaína fueron prohibidos en Estados Unidos por su alto poder adictivo, sus elevados costos sociales y económicos, y desde entonces esta potencia mundial junto a otras no paran de luchar para controlar un mal que –al parecer y en definitiva—jamás podrá ser erradicado.
En 1961, Víctor Paz Estensoro, entonces presidente de Bolivia, firmó un convenio con Viena, comprometiéndose a –en un plazo de 25 años-- erradicar totalmente la producción y el consumo de coca, incluso en acullico. Este convenio fue ratificado en 1974 por el gobierno de Banzer, pero cuatro años después la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), admitió que las dimensiones sociales, económicas y políticas del cultivo de la coca eran inconmensurables y que era humanamente imposible la reducción de su consumo.