miércoles, 24 de agosto de 2011

CUENTOS

ORLANDO


Rafaela María Brito


I
Año 2100 después de Cristo. Hace cuatro siglos que vivo en Carlsbad y permanezco la mayor parte del tiempo entre las tinieblas, colgada de un pie, cabeza abajo, porque mi cerebro cada vez piensa más y pesa más Orlando; tanto es así que ha desarrollado un sistema de ocho canales para procesar la realidad.



II
En este tiempo, Orlando, me he ocupado de otorgarle tu nombre a todo: Orlando a los perros, Orlando a las piedras, Orlando al polvo, Orlando al agua, Orlando al aire, Orlando a la oscuridad y Orlando a la luz.



III
De noche, mientras recorro obsesivamente este interminable laberinto subterráneo, suelo alimentarme del negro y bondadoso elixir de las hojas de una planta que cuando sale de mi boca adquiere el aroma a sangre humana fresca y que me ha mantenido alerta las últimas ciento cuarenta y seis mil jornadas de mi inmortal existencia, pensando en ti Orlando, esperando oír el batir de tus suaves alas, allá a los lejos, que me insinúe tu retorno.