domingo, 3 de junio de 2012

EL TECHO

Julio de la Vega (*)

Después que cierro puertas,
después de amplios paredones,
después de cal cubriendo las cenizas,
después de oscuridad contra tu luz;
igual que enredaderas escalando muros
penetras en mi vida
como una fruta que se pasa el cerco,
como una claridad
a través de intersticios de ventanas cerradas,
como una primavera intempestiva,
como la ola sube al barco,
trepa hasta mis cabellos tu aquilón...
Yo empiezo la elevación de diques
para que no golpee en mi tu agua
y cierro oídos a tu nombre.
Trato de caminar sin ver atrás,
pongo candados en mi boca para no llamarte
y lanzo lejos esas llaves.
Me tejo de alambradas circundantes
para hacer frente a la añoranza;
me hago un tejado sobre el pecho
para que no me moje
la eterna lluvia
de tu eterno beso;
me pongo cardos en los dedos
para matar las ansias
y no tocar tu piel ni anandando por el sueño...

Y siempre irrumpes
como una marejada sin atajos,
como la liana gana el árbol,
como el zarzal en el jardín,
como el sol en las casas,
y vences la madera en contra tuya;
vences las sinfonías que hago brotar en mí
para impedir la entrada de tu voz,
vences la tropa de mastines que te lanzo
para que no me toque tu ternura;
vences el vallador de espinas que levanto
y llegas sin heridas; soplas para arriba la tormenta que llamo contra ti,
pasas el río de distancias
y la pared de fuego que he inventado
para mirarte lejos;
vences al centinela que te anuncia
para impedir tu paso,
ganas el puente levadizo,
las torres y los vados
y me invades
como una eterna inundación.

(*) Tomado de El árbol y la piedra. Poetas contemporáneos de Bolivia. Eduardo Mitre.