Texto: Juan José Anaya Giorgis
Foto: Tomada de El Deber
Filemón Escobar es un monumento viviente de la política boliviana. Le sobran enemigos y rivales a muerte. Este destino no podría ser distinto para un hombre cuyo desempeño práctico ha sido varias veces decisivo en la historia del país. Escobar emergió del seno del sindicalismo minero cuando la minería era la arteria económica vital de Bolivia y este movimiento tenía la fuerza de paralizar el país.
Como dirigente minero tuvo sus luces y sombras. En 1964 encabezó una caravana minera hacia La Paz con el objetivo de arrebatar el poder a Paz Estenssoro durante los episodios denominados por Zavaleta Mercado como la “conjuración de noviembre”. Por desgracia para la COB, la movilización sindical sólo contribuyó a que el General Barrientos se haga del control del Estado como dictador. Pero aquel escenario mítico no fue la única vez en que Escobar se vio al frente de una movilización histórica contra Estenssoro. Ambos caudillos se enfrentaron nuevamente en la infelizmente bautizada marcha “por la vida” de 1985; ocasión en la que Paz Estenssoro impuso el 21060.
Quizá por eso Escobar aún conserva un odio confeso hacia el MNR del 9 de abril. Nuestro personaje también salió victorioso de muchas contiendas políticas. Suficiente recordar que él mismo fue mentor personal de Evo Morales y el sindicalismo cocalero, una criatura suya que luego alzó los puños contra él, el padre, pero criatura suya al fin.
Escobar proviene de una era política ya extinta. Paz Estenssoro, Lechín, Siles Zuazo, Guillermo Lora, Zavaleta Mercado, Almaraz Paz, etc. sostuvieron debates con él. Pero no por eso estamos frente a un fósil social que aparece en las páginas de un libro, sino frente a un hombre que articula el pasado mítico de las luchas mineras con el momento actual.
Y es verdad que a este peregrino incansable de la política se le pueden reprochar muchas cosas, pero hay algo seguro, Escobar nunca se enriqueció ilícitamente o a costilla de la dirigencia sindical y como político goza de plena vitalidad.
Actualmente dirige a los disidentes del MAS, un movimiento compuesto por viejos sectores del partido de gobierno descontentos con el curso de la actual gestión y sin duda tuvo algo que ver con los recientes levantamientos de Potosí.
Por mi parte, no lo niego, con estas líneas he tratado de homenajearle, pero este gesto en nada me vincula a su movimiento y menos me hace un empleado suyo.
Filemón Escobar es un monumento viviente de la política boliviana. Le sobran enemigos y rivales a muerte. Este destino no podría ser distinto para un hombre cuyo desempeño práctico ha sido varias veces decisivo en la historia del país. Escobar emergió del seno del sindicalismo minero cuando la minería era la arteria económica vital de Bolivia y este movimiento tenía la fuerza de paralizar el país.
Como dirigente minero tuvo sus luces y sombras. En 1964 encabezó una caravana minera hacia La Paz con el objetivo de arrebatar el poder a Paz Estenssoro durante los episodios denominados por Zavaleta Mercado como la “conjuración de noviembre”. Por desgracia para la COB, la movilización sindical sólo contribuyó a que el General Barrientos se haga del control del Estado como dictador. Pero aquel escenario mítico no fue la única vez en que Escobar se vio al frente de una movilización histórica contra Estenssoro. Ambos caudillos se enfrentaron nuevamente en la infelizmente bautizada marcha “por la vida” de 1985; ocasión en la que Paz Estenssoro impuso el 21060.
Quizá por eso Escobar aún conserva un odio confeso hacia el MNR del 9 de abril. Nuestro personaje también salió victorioso de muchas contiendas políticas. Suficiente recordar que él mismo fue mentor personal de Evo Morales y el sindicalismo cocalero, una criatura suya que luego alzó los puños contra él, el padre, pero criatura suya al fin.
Escobar proviene de una era política ya extinta. Paz Estenssoro, Lechín, Siles Zuazo, Guillermo Lora, Zavaleta Mercado, Almaraz Paz, etc. sostuvieron debates con él. Pero no por eso estamos frente a un fósil social que aparece en las páginas de un libro, sino frente a un hombre que articula el pasado mítico de las luchas mineras con el momento actual.
Y es verdad que a este peregrino incansable de la política se le pueden reprochar muchas cosas, pero hay algo seguro, Escobar nunca se enriqueció ilícitamente o a costilla de la dirigencia sindical y como político goza de plena vitalidad.
Actualmente dirige a los disidentes del MAS, un movimiento compuesto por viejos sectores del partido de gobierno descontentos con el curso de la actual gestión y sin duda tuvo algo que ver con los recientes levantamientos de Potosí.
Por mi parte, no lo niego, con estas líneas he tratado de homenajearle, pero este gesto en nada me vincula a su movimiento y menos me hace un empleado suyo.