martes, 17 de enero de 2012

EVO, IVÁN Y EL TIPNIS

Texto: Claudia Gonzales Yaksic
Foto: www.contrainjerencia.com

Evo. A Juan Evo Morales Ayma le guardo un cariño muy especial porque lo conocí en un momento muy importante de mi vida, cuando comencé mis primeras armas serias como periodista del día-a-día en Los Tiempos. Esto ocurrió hace dieciséis años y todo él -- máximo líder de las entonces cinco federaciones de productores de hoja de coca del Chapare cochabambino-- me parecía (y aún me parece) verdadero, humilde, noble y de buen corazón: una mala combinación en un mundo donde priman la mentira, la codicia y la ostentación.
Por ese cariño voté por él en las históricas elecciones de 2005, a sabiendas de que mi Madre se revolcaría en su tumba, y por ese mismo cariño traté en todos estos años de su gobierno de alejarme lo más posible de los medios masivos y de no hablar mal de mi Presidente, porque dicen que calladita me veo más bonita.
Y también por ese mismo cariño que le sigo teniendo es que ahora –después de años de autocensura—vuelvo a escribir para salir en defensa de mi héroe de antaño, a quien el miércoles he visto solo y decepcionado de la vida en su recorrido en helicóptero por el Tipni´s; y no es para menos porque su anhelado proceso de cambio parece revertirse y todo por la negligencia de buena parte de sus colaboradores.
Iván. Con Iván Canelas, en cambio, mi relación casi nunca fue amable salvo unas pocas oportunidades en las que coincidimos brevemente como “colegas”. Pero cuando era mi maestro en la Universidad siempre me resistí a su falta de objetividad, al extremo de haber sido expulsada de su clase en por lo menos dos oportunidades a la orden de: “¡Gonzales fuera! ¡Vaya a lavarse la cara!”. En cierta medida fue un suceso académico traumático porque me sentaba siempre al último y tenía que atravesar con mi cara sucia todo el mar de compañeros que estaban más compungidos que yo por la bochornosa situación. En fin. El precio de no tener pelos en la lengua.
Tipni´s. Cuando me enteré que se iniciaba una protesta indígena por la construcción de una “moderna” carretera que atravesaría una reserva forestal tropical me llamó mucho la atención el interés del Brasil en esa ruta para agilizar su imparable economía. De ahí me fui más allá y pensé en la China, su principal mercado, y concluí tristemente que esa carretera terminaría construyéndose sin que medien argumentos tan poco convincentes para los negocios como lo son los derechos indígenas, la ecología y el moralismo antidrogas.
Pero cuando el conflicto del Tipni´s comenzó a hacerse grande mi indignación también creció porque a sabiendas de todo, el Ministerio de Comunicación se limitó a difundir una sola vez una tímida nota sobre las bondades de la carretera y no bombardeó con información positiva a los medios ni al propio canal del estado. Tampoco se preocupó de organizar una contra marcha o alentar un comité de defensa y de última ni se le ocurrió minimizar ni acallar toda la negatividad pública que se generó en torno. Todo apareció demasiado tarde.
Con una buena planificación, el Canciller no habría pasado tan mal momento, los indígenas no hubieran sido reprimidos y tal vez ni habrían marchado a La Paz; Sacha Llorenti seguiría con su cargo y Evo Morales gozaría de aprobación.
Aunque claro, sin esta mala gestión del Ministerio de Comunicaciones no habrían salido a la luz los eternos pormenores del poder: los intereses económicos personales, los sobre precios, las malas obras y el clásico dominio del más fuerte sobre el más débil. (Este artículo originalmente fue publicado en Los Tiempos, el 22 de noviembre de 2011) http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/columnistas/20111122/evo-ivan-y-el-tipnis_150343_311990.html

martes, 3 de enero de 2012

YO, BASURA

Texto: Xavier Jordán Arandia.
Foto: Cortesía del autor

La primera vez que tomé conciencia real y efectiva de la singularidad de mi sobrenombre fue por culpa de Ricardo Arjona. Yo, joven y aventurado, había escrito un artículo rotundo en el cual, no digamos critiqué, vapuleé a ese engendro del mal gusto, la cursilería y la ineptitud. El hecho histórico, empero, radica en el escándalo que se suscitó después a raíz de la reacción que tuvieron algunas fans y defensoras de ese esperpento musical. Una secuela de respuestas y contra respuestas alegraron, durante semanas, las páginas de los diarios, y hasta se organizó un debate público de tonalidad pugilística entre la comunidad de fans indignadas y su humilde servidor. En el artículo utilicé expresiones muy variadas y coloridas para referirme al tal. Le dije mongólico, mediocre, rimador desaventajado, taxista… en fin. En alguna parte, para evitar repetir su apellido o nombre y con fines estilísticos, me referí al susodicho como “susodicho”. En el debate, luego del encendido intercambio de posturas que suscitaban las más diversas reacciones, una niña del público, muy linda por cierto, me increpó disgustada: ”¿A usted le gustaría que le digan susodicho?” dijo. Esa pregunta me hizo meditar en lo más profundo de mi ser y casi de inmediato respondí: “Yo no tendría problema con eso, ya que a mí me dicen Basura”.
Algo más de dos décadas que llevo con orgullo y convicción ese designio. Sin embargo, sus orígenes todavía no están del todo aclarados y los datos proporcionados por testigos e investigadores son, las más de las veces, contradictorios o imprecisos. Se tiene certeza de que el remoquete fue empleado por primera vez para referirse a mi persona a comienzos de la década de los 90 por un oscuro personaje llamado Fernando Luna Pizarro. Empero, no existe un acuerdo acerca de las razones que propiciaron tal denominación, generándose así una serie de hipótesis no confirmadas que, a saber, pueden clasificarse en: a) El comportamiento del sujeto apodado muestra una constante irreverencia ante los asuntos considerados serios o sensibles. b) El sujeto es particularmente hostil y marcadamente irónico con la humanidad en su conjunto. c) La conducta del sujeto altera el orden de lo considerado social y políticamente correcto. d) Todas las anteriores. Sea como fuere, creo que coincidirán conmigo, no se puede negar que estamos ante un alias que, más allá de su peculiaridad, proporciona bastante material para la reflexión y/o resemantización y análisis.
De principio porque es un mote con una marcada condición esquizoide. Su sentido puede cambiar y transformarse de acuerdo a las distintas circunstancias en que se aplica. Mucha gente que se ve afectada por mis comentarios lo ha empleado de manera peyorativa o despectiva. ¡Eres una Basura! suelen decirme. El problema está en que no causa el efecto esperado en quienes así lo utilizan porque tratándose de algo que llevo conmigo tanto tiempo llegué a tomarle cariño. Cuando me lo dicen así, me suena a piropo. Por otro lado, no debemos olvidar las capacidades que tiene el apelativo para ser utilizado en varias instancias y circunstancias adquiriendo un carácter glamoroso. Por ejemplo, en una recepción social jailona, los comensales podrán dirigirse a mí apelando a sus formas anglosajonas. Me dirán “Trash” o “Garbage”, lo cual suena bastante cool. En circuitos académicos optan por su equivalente latino, o sea, “Detritus” que me hace poseedor de un aire culto y refinado. Conozco una bellísima dama que convierte el vocablo en un arma infalible de seducción, pues créanme queridos lectores, no escuché nada más sexy en mi vida que la voz melodiosa de esa mujer diciéndome “Basurinha”. Por angas o por mangas, este motete tiene personalidad. 
Sin embargo, no deja de ser curioso (y gracioso) el efecto que causa en terceros que alguien me llame así, tan pública e impunemente. Es más, se sorprenden de que yo no reaccione con violencia sino que conteste el llamado con una sonrisa. De hecho hay personas que pese a nuestra cercanía y aprecio se han negado a llamarme así, o en su defecto, han empleado su forma cariñosa. Lucho Campuzano y Michael Fergusson, por ejemplo, dilectísimos amigos, nunca pudieron sino decirme “Basurita”. Como tratando de minimizar el daño pero conscientes de la verdad del asunto. ¡Qué muchachos! Siempre tuvieron para mí las palabras y los gestos más respetuosos. Otro ejemplo es César Brie. Nunca salió de su asombro cuando se enteró que mis amigos se referían a mí como Basura y yo ni chus. Hasta creó un personaje en su obra Ubú en Bolivia al cual llamó “Blasura” y no como se debe. Fue un gesto conmovedor créanme y eso que yo le insistía en que se relajara, que no afectaba para nada mi autoestima el hecho que me digan Basura sino que, por el contrario, me dignificaba. 
Imaginen ustedes entonces las infinitas posibilidades de las variantes que suscita tal apodo. Basu, Basurex, Basurin, Bazooka… Las escuché todas. Y ni que decir de los chistes. Un ahora senador, de cuyo nombre es mejor no preocuparse, sugirió un graffitti que diga: “Muera EMSA. Fdo. Basura Jordán”. Así, soy un fulano auténticamente feliz con su sobrenombre y no un simple resignado a ser “Pato”, “Chuflay” o “Balconjeta”. De hecho, soy autor gracias a mi apodo de una nueva “metafísica popular”, de las del Papirri. Cierta noche aciaga, cantando él la letra de ese su hit que tiene linduras conceptuales como “qué burro ese perro”, “se pintan casas a domicilio” o “ese alto me llega a los huevos”, me preguntó si se me ocurría alguna. Claro que se me ocurrió, me salió de lujo y tan espontáneamente que la atesoro como una de mis máximas creaciones en el campo poético, porque además es cierta e irrefutable: “De cariño…me dicen Basura”.

xordanov@gmail.com
(Publicado en el periódico Opinión de Cochabamba, el 16 de junio de 2011)